miércoles, 20 de noviembre de 2013

Soñando metáforas de la realidad

Todo se vuelve extraño en mi mundo perfecto. No puedo distinguir la realidad de los sueños. Consigo dormirme, pero no me espera una buena noche. De repente, me encuentro en un sitio que me resulta muy familiar pero no sé por qué no puedo reconocerlo. Empieza a pasar gente por mi lado, pero ignorándome por completo. Decido acercarme a una chica, pero ni me visualiza, es como si no me pudiera ver. Me giro y veo que estoy a punto de chocarme con un chico, pero no ha llegado a pasar. Parece increíble, pero me ha atravesado como si no fuera nada, solo un espejismo. Intento hablar con algunas personas, nada. Todos me ignoran completamente. Decido entrar a un edificio, subo las escaleras y entro en un aula. Me parece que es la mía, no consigo acordarme. Están dando clase, entro y nada. Pregunto a todos que por qué no me hablan, pero sigo sin obtener respuesta. Y entre gritos y sollozos caigo de rodillas y mi imagen se convierte en simple polvo.

Ahora estoy en otro lugar, algo oscuro. Intento entrar dentro pero hay algo que me detiene, como si hubiera un cristal delante de mí que me tiene atrapada. No estoy sola. Ahora entra un chico y una chica. A la chica sí logro reconocerla porque soy yo misma y el chico parece alguien que conozco. Empiezan a discutir. La chica no se da cuenta de todo el daño que le causa al chico. Golpeo el cristal pidiendo que pare, pero cuanto más grito yo más le grita ella.

Por fin han parado, pero no entiendo por qué se fijan en mí ahora. Se supone que nadie me podía ver. Esa especie de cristal desaparece y siento el miedo por mis venas. La chica se desvanece y el chico se acerca a mí, me coge del brazo y me lleva a una habitación bastante oscura y pequeña. Parece bastante dolido y no articula palabra. Decido entrar y se cierra la puerta de golpe. Algo me empuja y me hace caer al suelo. Me siento en un rincón y miro a mi alrededor, no hay nada. 

Al instante noto un arañazo en mi pierna. ¿Qué está pasando? No lo entiendo. Otro arañazo, pero esta vez en mi mejilla. Cada vez son más intensos y las heridas más profundas. No consigo levantarme para abrir la puerta y entonces grito su nombre. Ya sé quien era el chico. Cada vez que le pido ayuda me apuñalan en el corazón. Aun así intento gritar lo máximo para que me oiga. Abren la puerta, es él. Entra pero no se acerca a mí. Le pido que me ayude a salir de allí, pero me hace una pregunta. No puedo responderle, se va y cierra la puerta. Ahí acaba el sueño.